La cogorza del siglo

Era viernes y no había nadie que me pudiera fastidiar ese día, estaba sola, las chicas no estaban y yo andaba un poco descontrolada. Después de tomarme la primera copa de champagne para celebrar la venida de la Navidad, decidí salir de fiesta, de discoteca, pero antes había quedado para cenar con un amigo.
Llegué al restaurante en cuestión, un lugar elegante, con música muy cálida y lleno de parejas susurrándose al oído palabras de amor, pregunté por la reserva, pensé que cuando el maitre me llevara a la mesa me encontraría a mi citado, esperándome ansiosamente y con expresión de alegría por verme llegar, pero no fue así, NO FUE ASÍ, me senté sola, con la mirada triste y avergonzada, sentí que todos a mi alrededor se fijaban en el detalle, que estaba sola, cenando sola y que supuestamente ya había acudido a la cita con algún que otro tiempo de retraso y mi citado no estaba allí esperándome.
No quise mirar hacia arriba, me senté y le pedí al maitre una botella de Sauvignon y le pedí que tomara la nota más tarde porque iba a cenar acompañada. La única vez en la que levanté la vista, sólo recibí un guiño de un comensal cercano a mi mesa, acompañado por supuesto. No quise mirar más, esperé. Después de beberme la botella entendí la situación, era un plantón de los grandes, de los que hacen historia en tu vida, día para borrar con tipex tipo pincel.
Pero recordé que yo había empezado la noche con ganas, que nadie me fastidiaría el día, así que cogí un taxi hacia la discoteca más frecuentada, Sands. Subí al taxi, no entendía pero creo que el taxista lo sabía, tenía el cartel "soy la plantada de la noche!".
Bailé durante horas, conseguí llegar a la barra y alcanzar un botella de vodka y salí del local después de dos horas de bailes y risas con gente que bailaba a ciegas igual que yo.
Me comentaron que había un bar muy concurrido no muy lejos de allí, a dos o tres manzanas, así que me arme con mi vodka y me dirigí hacia el lugar en cuestión.
Después de caminar sorteando las farolas y oír voces de fondo, como a lo lejos de gente que se cruzaba cerca mio, llegué a un lugar oscuro, algo extraño, pero no me importaba porque yo ya no era yo, era una sierva Absolut.








Entré en el local, pedí una copa y me senté en la barra, el camarero acarició mi cara después de servirme, su expresión no era como la del comensal del restaurante, quiso decirme algo con sus ojos, tranquila, un plantón lo hemos sufrido todos, mira a tu alrededor, aquí todos somos plantados.
Yo no pude evitar reírme sola, estoy loca o todo el mundo esta riéndose de mi, bueno me da lo mismo, a mi la noche no me la fastidia nadie!
Subí arriba, lo que se suponía era un lugar más tranquilo, para parejas, pero en cualquier caso para mi todo era para parejas esa noche, me senté y fumé algo que no pude describir pero que me relajo y me desinhibió por completo. Me quedé medio traspuesta, pero me levanté decidida hacia la tarima, quería bailar sola esa noche, y allí estaba yo montando el espectáculo, borracha perdida y bailando en un lugar en el que nunca había estado,



Lo siguiente no lo sé, pero me desperté en una iglesia de acogida para gente sin techo con todo de botellas vacías a mi alrededor y un olor agudo, tan agudo como el dolor de cabeza que tenía, me fui corriendo de allí, con el rimmel que me recorría todo el ojo y parte de la mejilla, llegué a casa y me acosté, hasta que llegaron las chicas y me despertaron, pero Lau, que haces vestida en la cama? Nada chicas, una noche tranquila, como todas.